Seguramente se han dado cuenta de la cantidad impresionante de características que los hijos adoptan de los diferentes integrantes de su familia. Palabras, formas de reaccionar, gestos y caracteres. Este conjunto de comportamientos, además de otros, constituyen los estilos de crianza, que son las formas en que las diferentes familias inculcan en sus hijos e hijas las normas y valores culturales de la sociedad.
Hablar de estilos de crianza es importante, pues influyen en la forma en que los niños y niñas comprenden el mundo, en cómo se comportan, y las características que tendrán para enfrentar su futuro. Así, una familia más o menos exigente, puede generar hijos que se esfuercen menos para conseguir lo que quieren.
Los estilos educativos parentales que revisaremos a continuación, se diferencian en las dimensiones del comportamiento de padres y madres con sus hijos e hijas. En primer lugar, en lo que respecta al afecto y la comunicación, en qué tan importante es para una familia el cariño y el afecto en la relación con sus hijos e hijas, así como el nivel de comunicación que existe. Por otro lado, se considera el control y las exigencias, que es el nivel de importancia que la familia le otorga a la disciplina, cuánto exigimos a nuestros hijos e hijas, la forma en que concebimos los castigos. Considerando ambas dimensiones, podremos encontrar cuatro estilos.
- Estilo democrático asertivo
Corresponde a aquellas familias en que se mantienen muestras de afecto y aceptación explícitas, existe una preocupación por las necesidades de sus hijos, por lo que se favorece la expresión verbal de sentimientos y pensamientos. Además, estimulan el esfuerzo, establecen normas claras y cumplen castigos y sanciones.
Los niños y niñas que crecen en este tipo de familia se caracterizan por tener una alta autoestima, con confianza en ellos mismos, se esfuerzan, no se rinden con facilidad, afrontan las situaciones con confianza y entusiasmo. Tienen buenas habilidades sociales y una gran inteligencia emocional.
- Estilo autoritario
En este estilo, las familias le dan una gran importancia a las normas, el control y las exigencias, dejando de lado los afectos y las emociones. No suelen expresar el cariño y no son sensibles a las necesidades que presentan sus hijos e hijas, lo que hace que las normas se impongan. Si las normas no se cumplen, se utilizan castigos y amenazas para modelar la conducta.
Los niños y niñas que crecen en estos hogares suelen tener una baja autoestima, son obedientes y sumisos, pero inseguros, con baja inteligencia emocional, lo que ocasiona muchas veces conductas agresivas.
- Estilo permisivo
Al contrario del autoritario, el estilo permisivo se caracteriza por altos niveles afectivos y emocionales, priorizando el bienestar de sus hijos ante cualquier cosa. En este estilo, los intereses y desafíos del niño gobiernan la relación. Los padres de este tipo de familia son poco exigentes, plantean pocas normas y cuando lo hace, desisten rápidamente.
Los niños y niñas que crecen en estas familias se caracterizan por ser muy alegres, divertidos y expresivos, pero a la vez suelen ser inmaduros, incapaces de controlar sus impulsos y se rinden con facilidad.
- Estilo negligente
En este estilo no existe estilo, pues los padres prestan muy poca atención a sus hijos, dejando de lado las normas y los afectos. Las relaciones son frías y distantes, no existe atención a las necesidades de los hijos.
Los niños que tienen padres negligentes tienen problemas de identidad y baja autoestima. No conocen la importancia de las normas, son poco sensibles a las necesidades de los demás y suelen tener problemas de conducta.
Como acabamos de ver, la manera en que las familias crían a sus hijos, influye directamente en las características que probablemente desarrollen sus hijos e hijas. Por eso debemos considerar lo siguiente:
- Darle importancia al desarrollo emocional, nuestros hijos deben expresar, comprender y controlar sus emociones. Esto repercutirá positivamente en el desarrollo integral de los niños y niñas.
- Permitirles que desarrollen su autoestima, a través de la valoración que le entregan sus padres, y a los procesos de socialización y afectivos que se den en el seno de su familia.
- Acordar las normas, lo que implica que nuestros hijos entiendan por qué deben ser cumplidas.
- Actuar en bloque. Ambos padres deben hacer cumplir las normas que se acuerdan, no sirve que un padre las haga cumplir y el otro no.
- Ser persistentes. Pese al agotamiento y a los diferentes factores que pueden afectar las relaciones familiares, no debemos olvidar que los acuerdos que tomamos deben ser cumplidos.